domingo, 18 de marzo de 2012

Desahucio (o piel)

Con orgullo, afirmo que mi piel me pertenece,
comienzo con su nombre.


Inconsciente -con toda esa grandeza-
la doy por supuesta, merecida,
igual que en un principio,
cuando jugué con ella y me sangró
infantil, deliciosa.
E infantil, deliciosa,
le construí una costra y la arranqué.
Adicta, circular.
La ensucié en este barro
para que mi madre se alegrara
un poco antes de la cena,
para lavarla juntas dando golpes
sobre el agua y en las profundidades
de la bañera rota,
de todos los fluidos.


Mi piel nació conmigo y conmigo se estira,
no sé si a la par o me persigue.
Prefiero aventurar que me aventaja, ella crece
y tengo que esforzarme
para estar a su altura.
Se cansará de todo antes que yo.


Pero y si es un error. Y si mi piel es de otros.
Sobre ella marcan
el corte de pedazos aprovechables,
desprendiéndolos cuando han ganado.
Y la sangre, privada de su casa,
cae,
legal y gravitatoriamente,
por contrato.

martes, 13 de marzo de 2012

Recital de Deborah Antón, Jesús Calonge, María Castrejón y Antonio Rómar, el 14 de marzo en Huertas 14



ROAD MOVIE

Yo era tan pequeña
que era incapaz de aburrirme.
El verano era una época tranquila,
árida en amigos y en conceptos.
Cogía infecciones de oído,
llevaba unas mallas amarillas
y me peinaba hacia atrás con una coleta.
Pasaba el mes de agosto con mi padre,
metida en la piscina.
A veces nos íbamos a recorrer
la provincia en su Jeep descapotable.
Bordeábamos la costa.
Pasábamos por pueblos habitados
de gente que comía caracoles
con las sillas puestas en la carretera.

Un día paramos a cenar en una terraza
rodeada de gaviotas
y de locales sacados de los años 70.
Todo estaba desolado y era hermoso
como cualquier fotografía borrosa.
Pedimos unas hamburguesas y ese fue el día
que me animé por primera vez
a probar el ketchup.

Con la mostaza
tuve que atreverme por mi cuenta
años más tarde.

De "Menos Amélie, más Clarissa Dalloway", de Deborah Antón.


EDUCACIÓN

Fui acusado de robar antes de saber lo que significaba esa palabra.
Llamaron a mi madre, y delante de toda mi clase me culparon a través de una extraña lógica.

No dije nada, recuerdo el miedo masticando mi capacidad de defenderme.
Los infinitos dedos de los profesores llegaron a jugar con mis sueños.

En clase de religión hablaban de que todos nuestros actos serían vigilados por el cielo.
Pero yo sabía que Dios no estaba allí.

Me pasé muchos años odiando sus hipócritas letras, sus ecuaciones espantosas, sus divisiones de odio.

Al final hubo un incendio en el colegio por la gracia de Dios. Y sí, yo sabía lo que significaba esa palabra.

De la plaquette "Disparo contra la cúpula", de Jesús Calonge.


FRAGMENTO DE "POEMA A DOS VECES":



María Castrejón y Alicia García Núñez


abintestato
de la voz y en herencia la mirada
éste es el falso siglo de los niños
ahora que los animales duermen.
todos los animales y los niños
han permitido al hombre su poder.

incluso en la más oscura edad
nacen críos sin pupilas de este mundo.

la verdad os hará mimbres,
os hará caballos y perras,
viene ya viene,
está mirándote al horror.

De "Diversos destinos consulares", de Antonio Rómar

domingo, 11 de marzo de 2012

Ha muerto una señora respetable



Ha muerto una señora respetable.
Austera, castellana,
los poros obstruídos de justicia.

Cayó por la escalera del 115.

La perseguía el fantasma de una rubia de bote.

Cada noche, se inclinaba en su boca, le exhalaba
el vaho oxigenado,
el carmín derretido,
el mechón suelto.

Era fácil su carne transparente,
albina de rezos y potajes;
la seguía
corriendo por todos los pasillos,
la alcanzaba
en puertas con el pomo al otro lado.

La dama tenía miedo
del rímel que huía de sus ojos,
espantado
por bolsas de resaca y raíces negras;
sentía pánico
por la verbena alcohólica
que gozaban sus labios, estallido
de piernas sebosas de deseo,
a fuerza de placer, erosionadas,
moldeadas a base de mordiscos.

La muerte, natural, fue de la dama.
Una rubia platino se suicida.

domingo, 4 de marzo de 2012

Joven caballero en un paisaje*


No os preocupéis de vuestra vida, por lo que habéis de comer (...)
Lc 12, 22

No comas.
Deben verse los huesos.
Consejo del coreógrafo George Balanchine a una bailarina


 El hombre que ha venido a salvarnos padece de anorexia.

Ha llamado a la puerta. Ha ofrecido la pose para la caja oscura: unos minutos de apoplejía sostenida por las invenciones de madera. Se evita el arbitrio de las vértebras.

La letanía ha nacido de la elegancia:
Deben verse los huesos.
Deben verse los huesos.

La armadura le huelga, le forma llagas de enfermo hospitalizado en las uniones. O de rey que asiste a misa desde la cama.

"Avanti!", soldado, como una bailarina: a pesar de la sangre entre los dedos. Hinca bien las rodillas en las oraciones y el estupro: tu admonición se lanza desde la nueva tapicería del tresillo.

Te colgarán según las leyes de la museología
en la cámara egregia de palacio.

Para ti están desollando a los visones:
morir desnudo siempre fue ridículo.


  

(*) Cuadro de Vittore Carpaccio


In Absent(i)a, 2011



miércoles, 22 de febrero de 2012

Álvaro Muñoz Robledano reseña las plaquettes "Hordas" (mía) y "Con los huesos al aire" (Margarita Mayordomo) en Ariadna RC.

Reseña de "Hordas":

http://www.ariadna-rc.com/numero54/critica07.htm



Reseña de "Con los huesos al aire":

http://www.ariadna-rc.com/numero54/critica06.htm


Poema de Margarita Mayordomo en "Con los huesos al aire":

Almohadas separadas

Necesitabas verme
necesitabas verme para nada

Amanezco
el pecho calcinado
y los ojos desiertos

Madrugada
Pido un poco de tiempo
Soy buena, nunca defraudo
un golpe de lujuria por la espalda
un trago de aguardiente seco
un pellizco masoquista
un pecado en movimiento
siempre

Tengo la piel reseca de esperar
de esperarte para nada
Tengo perdidas las fuerzas
tengo el alma con los huesos al aire

Y estoy cansada

-cansada de ser
el broche de las fiestas
el consuelo del borracho
el placer de la conquista
el territorio de la fantasía y el morbo

-cansada de esperar
un "lo siento" a la muerte de mi padre
un roce de unos dedos en la frente
un beso a la luz del día

-cansada de dormir en almohadas separadas
sola

sábado, 18 de febrero de 2012

Los niños de Frau Riefenstahl

 



(...) hasta las vacas fuimos
sin saberlas allí, lentas, rumiando
mediodía, doradas, casi enterradas.

Olvido García Valdés



Los niños de Frau Riefenstahl
recorren la Gran Vía
después de medianoche.


Forman un ejército
de fascistas hermosos,
una imagen
cinematográfica:
han salido a su madre.


Ya han llegado a Callao y desde allí
descienden
hacia Plaza de España,
hacia nosotros.


Únicamente conversábamos
cuando comenzamos a oír
la marabunta,
cada vez más cerca, más sonora.
Como si hubiera un cambio de rasante
antes que el cuerpo ascienden las cabezas
proporcionalmente grandes
y melódicas,
con la tuerca que sostiene la sonrisa
de los pequeños caballos del tiovivo
al que Leni les lleva los fines de semana
si son buenos.


Visten ropa infantil,
pero es visible
el futuro perfecto de sus cuerpos:
uniforme prusiano,
dentadura mariana,
los pómulos
del primer indoeuropeo,
el nadador macera
los músculos por Roma,
el bálano por Roma,
la saliva espera dentro de los labios,
controlada.
Sonríen
por estas intachables y prepúberes
poluciones nocturnas.


Marchan en perfectas filas y columnas
ocupando de un extremo a otro de la acera
ensanchada por la Ciencia Política
para que entren veinte niños de Riefenstahl
por línea:
delante, los arqueros,
les siguen los jinetes,
los rumiantes,
los tanques bíblicos,
en el centro
la gran mamá nocturna,
(la mamá que mastica,
la mamá-solitaria),
atrás,
las hienas
con la histeria estomacal de la ironía.


Lo primero que se oyen son las botas y las voces.
No sólo cantan,
no se animan con respuestas de entrenamientos militares
no lanzan proclamas al unísono;
cantan, se animan y proclaman
todo junto,
porque al rato son pájaros,
gritos de pájaros chocando contra rocas,
gritos de alerta,
de victoria
que avistan a la presa,
sonando desde ojos que miran siempre al frente
ojos sin mecanismo giratorio.


Y no nos atrevemos a movernos.


Estas aves
levantarán el vuelo
cuando corramos.


Jóvenes promesas
de la retórica,
gomorritas de la solución,
nos pulirán los genes,
nos vigilan:
se suben a la cama de su padre
si habla en sueños,
pegan su oreja de ternera a nuestros labios.


Querubines, proporcionales áureos,
desde su altura alada
ven niños africanos
con hígado inarmónico
y caen.


Y nosotros,
tan feos, rompefilas,
es necesario auparnos
para alcanzar la mesa de Mengele.
(¿Podríamos escapar?: Viene, olímpica, América,
con la capa y la antorcha
y la parte de atrás del autobús).


Ángeles,
adalides
del multiplicador de la eficiencia,
doctores del aparato digestivo,
aparecen en época de hambre.
A los enfermos
los llevan hasta el campo
para enterrar, como la vaca, medio cuerpo.
Ella conoce la montaña,
la mira cada día de cara a la pared.
Allí rebosa el arca
de agua mineral
y proteínas.


Han venido a salvarnos.
Hemos sido mujeres
asociales,
sin patria ni cultura,
mujeres que follan a horcajadas.
Somos aquel ladrón.
Hemos rezado
rodeados de vidrieras
en la licorería.
Probamos la mordida
del ácido en la placa de metal.


Nos procesan
por la mística después de medianoche
en los lavabos públicos.


Es inútil correr,
guarecerse en los bares
-buscar las bondades del serrín-
o en los aparcamientos
-el brazo subterráneo-
ya lo habíamos visto en las películas:
las aves se entierran en cristal
y abren el paso,
hay leones romanos
en el túnel.


Se produce una estampida controlada.
Moriremos bajo unas botas del 14.


Ellos se ocuparán de nuestro estómago,
el mismo que nos crece cada día,
el mismo que devoran cada noche.


Podemos ver la máquina
que enjabona y enjuaga
el pavimento.


Cuando amanezca,
la calle será blanca.




Hordas, 2011