domingo, 29 de enero de 2012

Santa Úrsula en el supermercado



En el supermercado venden niñas.
No más de cinco años, por favor.

Lo ha visto Santa Úrsula en un sueño
y otra vez
ha corrido a comprarlas.
Y a callar.

Las madres han vestido a sus hijas
con la consistencia del yogur.

La madre alza a su hija
a la altura del atún escabechado
y consigue encajarla en un estante.

Los reponedores empujan y deslizan
una caja en un hueco
tras exhibirla a ritmo de paseo sobre un carro,
amontonada
como muertos civiles.

La megafonía reverbera:
hay un único Dios.

La legionela busca
en el sistema de aguas
un entorno de amebas.

Silba una trinidad
en los conductos congelados del aire
que se expande:
son las piernas humanas de las ratas,
esbeltas y nupciales,
el hábito pontífice
y es lo mismo que sucedía tradicionalmente en el mercado
con delantales verdes,
los restos genitales de la fruta
y el trato familiar.

Las abuelas relamen el principio del hilo.
Santa Úrsula se tumba boca arriba
y elige debajo de las faldas.

Las mamás aleccionan
y contagian
entusiasmo
y sus niñas se estiran
porque han visto rivales de tres años,
gatear a los bebés
detrás de los cilindros de galletas.

(La única ventana toca el techo;
una intenta escapar:
ve pies que chapotean
tras la cinta amarilla de los charcos).

Las cajeras murieron hace años.
Se arrancaron la vista con placer.
Ahora sonríen:
no hay lencería infantil ensangrentada.


Hordas, 2011

sábado, 28 de enero de 2012

Esperando a los bárbaros - C. P. Cavafis


- ¿Qué esperamos congregados en el foro?

Es a los bárbaros que hoy llegan.

- ¿Por qué esta inacción en el Senado?
¿Por qué están ahí sentados sin legislar los Senadores?

Porque hoy llegarán los bárbaros.
¿Qué leyes van a hacer los senadores?
Ya legislarán, cuando lleguen, los bárbaros.

- ¿Por qué nuestro emperador madrugó tanto
y en su trono, a la puerta mayor de la ciudad,
está sentado, solemne y ciñendo corona?

Porque hoy llegarán los bárbaros.
Y el emperador espera dar
a su jefe la acogida. Incluso preparó
para entregárselo, un pergamino. En él
muchos títulos y dignidades hay escritos.

- ¿Por qué nuestros dos cónsules y pretores salieron
hoy con rojas togas bordadas;
por qué llevan brazaletes con tantas amatistas
y anillos engastados y esmeraldas rutilantes;
por qué empuñan hoy preciosos báculos
en plata y oro magníficamente cincelados?

Por que hoy llegarán los bárbaros;
y espectáculos así deslumbran a los bárbaros.

- ¿Por qué no acuden, como siempre, los ilustres oradores
a echar sus discursos y decir sus cosas?

Porque hoy llegarán los bárbaros
y les fastidian la elocuencia y los discursos.

- ¿Por qué empieza de pronto este desconcierto
y confusión? (¡Qué graves se han vuelto los rostros!)
¿Por qué calles y plazas aprisa se vacían
y todos vuelven a casa compungidos?

Porque se hizo de noche y los bárbaros no llegaron.
Algunos han venido de las fronteras
y contado que los bárbaros no existen.

¿Y qué va a ser de nosotros ahora sin bárbaros?
Esta gente, al fin y al cabo, era una solución.

miércoles, 25 de enero de 2012

El espíritu de empresa de los ácaros (Karoshi)

"El trabajo te salvará la vida"
dicen el terapeuta, el padre y el amigo.
Un edificio enfermo será el héroe,
le estamos preparando un gran desfile.

La importancia económica del ácaro
es el gramo de piel perdido al día
por un humano adulto, amor de araña
que copula en el polvo y la moqueta.

Acolchonado interno, dermatófago,
el espíritu de equipo de los hombres
que levantan la empresa, el féretro o el Cristo:
ese rictus de silla giratoria.
Con su amianto presiona la vagina
la secretaria: así no nace nadie
y los fetos maduran, se convierten
en hombres, envejecen y mueren en el útero.
En los hoteles
ya no pueden abrirse las ventanas,
el aire respirado se recicla.
Libertad de vapores ergonómicos.

Antes hubo espíritus no estancos,
que dejaban impresa en las paredes
la humedad japonesa de la sangre:
la honorabilidad de la carótida
sesgada, los tres cortes del vientre.
Nunca morir de espaldas, nunca
sin atarse previamente las rodillas.

Son los emplastecidos por el blanco
industrial, ácaro del terciopelo
y de la sarna. Y qué hacer, si le dan
pistolines a un grupo de soldados
que no quiere morir. Correctamente.
Los ácaros son seres responsables.
Los soldados son seres responsables.
Viven, se reproducen y sonríen
como crecen las uñas de los muertos.

sábado, 21 de enero de 2012

Recital de poesía en Huertas 14


María Solís, Margarita Mayordomo, José Pérez Carranque y Álvaro Muñoz Robledano el miércoles 25 de enero, a las 21h, en Huertas 14,1º.

Organizado por Jesús Urceloy.

martes, 17 de enero de 2012

Amor de madre

El doble del dentista
me sonríe.

Dice que hay otra forma de cura.
Sin dolor.

Dice que tengo ganas de sentarme.

Me señala la silla.
Usará guantes muy suaves.
Apagará la luz.

En su habitación negra, un teatro negro,
se desplaza invisible como un checoslovaco.
Únicamente se le sospecha la belleza.

En la espesura
desaparecen la incisión,
el agua, el mecanismo,
la bandeja -su herida-,
las pruebas periciales
y la fuente, pequeña para escupir la sangre.

La familia sonríe en la sala de espera.

Sin dolor.

El paciente saliva entre algodones.
Sólo siente el roce del babero,
las manos que lo atan.

Cuando la sangre

Cuando la sangre de ella pueda convertirse
en mujeres y hombres
y su sabor le suba por dentro del cuerpo hasta la boca,
la masque y no huela el preparado de perfume
sino sus propios músculos y huesos,
entonces es la hora de cubrirle la cara
- la sangre podría rezumar desde los labios,
la nariz, las orejas, el cuero cabelludo
y el bacilo de la cabeza desollada de la virgen
mataría a los hombres de la escarcha,
aquellos de los cuerpos tremendamente puros
sin intestinos ni mierda circulante.

Cuando la sangre de ella pueda convertirse
es la hora del banquete más íntimo.

lunes, 16 de enero de 2012

Souvenir (o El placer de viajar)

Vivir habría querido cerca de una giganta.
Charles Baudelaire

I

El resultado es una librería de salón adornada con cuerpos
para cada familia.
Una evaluación de madurez.
Estuve allí
- o mis hijos viajaron-.

Ante la prohibición del zoológico humano
en los alrededores de París,
envuelvo con papel de burbujas al testigo.
En casa le desnudo.


II

En casa la desnudo.
La alumbro.
La he traído,
a ella porque sabe
(estaba lejos)
que ningún barco ha desaparecido.

No son navegables los océanos.

Conoce
dónde esperar a Dios
según el procedimiento de los monstruos.
Y ríe.
Lo más cerca posible de la Antártida.

Ella,
tras escupir al barro,
sexualizó la nieve
y levantó del hielo una genealogía.
Construyó una giganta.


III

Religiosamente
volveremos por más,
cada vez más distantes,
hasta caernos, planos, de la Tierra.

Ella, giganta,
dentro de mi vitrina,
mantiene la ventaja del papel de grabado,
de un solo de tiempo
y del espacio, sus aberraciones optimistas.

La contemplo el domingo,
cuando acaban los turnos y los dioses
descansan
y rompen su reflejo.